jueves, 23 de agosto de 2012

La Coraza Muscular

“En su origen, el ideal culturista era combinar belleza estética, fuerza, flexibilidad, habilidad social y desarrollo de las capacidades mentales. Algo así como un “superhombre”, representado perfectamente por el actor Steve Reeves durante los años 40 y 50 del siglo pasado. En ese entonces el estilo de vida culturista incluía una dieta sana, baños de sol, y práctica de ejercicios aeróbicos. Sin embargo, pronto se orientó hacia la mera HIPERTROFIA MUSCULAR. En apenas 20 años, un campeón culturista pasó a convertirse en una especie de maníaco obsesionado con el tamaño de sus bíceps, el espejo y los esteroides”

“El sufrimiento en la infancia queda escrito en el cuerpo. De adultos compensamos nuestras deficiencias con toda clase de muletas, una de las cuales es el entrenamiento intensivo. Resulta irónico que los culturistas añadan más y más grosor a esa armadura muscular, pero lo cierto es que constituyen un símbolo de la acción favorita del ego: ENTERRAR EL DOLOR”


Gunther Emde

Algo tenían que ocultar esos músculos antinaturales que se hinchan hasta casi explotar. Anabolizantes veterinarios, dopajes peligrosos, Synthol, … y un gran dolor interno detras de esa locura es lo que podemos leer en el siguiente artículo de Gunther Emde y en su libro “La Coraza Muscular: conversaciones demoledoras sobre la adicción al culturismo”.

Y este autor sabe de lo que habla por su pasada experiencia como Entrenador Nacional de Musculación y sus 14 años en ese mundo.

“La Coraza Muscular” es un libro breve, 58 páginas, pero intenso que aborda el lado oculto de la práctica obsesiva de la musculación y aunque está dirigido a deportistas, resulta útil para el público en general, pues todos enterramos nuestra angustia bajo una coraza muscular.

Está a la venta en pdf e impreso en Lulu y este texto sobre el culturismo radical y sus verdaderos motivos nos muestra su contenido:



En su origen, el ideal culturista era combinar belleza estética, fuerza, flexibilidad, habilidad social y desarrollo de las capacidades mentales. Algo así como un “superhombre”, representado perfectamente por el actor Steve Reeves durante los años 40 y 50 del siglo pasado. En ese entonces el estilo de vida culturista incluía una dieta sana, baños de sol, y práctica de ejercicios aeróbicos. Sin embargo, pronto se orientó hacia la mera hipertrofia muscular. En apenas 20 años, un campeón culturista pasó a convertirse en una especie de maníaco obsesionado con el tamaño de sus bíceps, el espejo y los esteroides.

A partir de los años 80, miles de culturistas “serios y dedicados” arruinaron sus vidas buscando formas surrealistas de incrementar su masa muscular. Yo he conocido tipos que han ingerido cualquier tipo de producto con la función de ganar unos centímetros de pecho o unos kilos en la báscula. Anabolizantes veterinarios no probados en humanos, carne cruda, docenas de claras de huevo en batidos indigeribles, vísceras crudas de animales, hormona de crecimiento extraída de cadáveres humanos (a un precio desorbitado), y un largo etcétera que resulta del todo inimaginable para el que desconoce los entresijos del mundillo de la musculación.

Pero sin duda lo que más ha dañado la salud (y la imagen) del culturismo en las últimas décadas han sido las drogas. El sistema de dopaje culturista es el más severo y peligroso jamás usado por los deportistas. Hay algunos practicantes que pasan diez años dopándose sin descanso alguno, con ciclos continuos de diferentes intensidades, en los que usan combinaciones de varios esteroides a la vez, junto con la hormona del crecimiento, amén de diversos medicamentos con funciones tan diversas como son la vasodilatación, la diuresis, la estimulación tiroidea, etc. Y la última locura, el Synthol, una sustancia química que hincha el músculo de forma anormal y grotesca, hasta el punto de desgarrar la piel. Han habido casos de campeones que han muerto justo en el momento de recoger sus trofeos.

Debo aclarar aquí que estoy hablando de las formas más radicales de culturismo, pues es en ellas donde se puede aprehender de manera más fácil el simbolismo relacionado con la acción favorita del ego, que es añadir defensas en vez de liberarse de ellas.

Es obvio que la práctica de la musculación reporta grandes beneficios, que ir al gimnasio y seguir un programa de pesas constituye una excelente forma de de hacer salud, y que el deporte del culturismo ha revolucionado el concepto de rehabilitación médica. Ahora bien, todo esto no debe hacernos olvidar la tendencia humana a buscar refugio en sucedáneos. Todos padecemos angustia existencial, y todos intentamos eludirla con más o menos empeño. Es fácil señalar con el dedo a ese tipo que flexiona sus bíceps ante el espejo, pero quizás nosotros estemos haciendo lo mismo bajo formas más sutiles. Uso el culturismo porque es un refugio muy aparatoso y por tanto muy didáctico.

¿Qué impulsa a un ser humano a dejar de lado todas las facetas de su vida para convertirse en un robot hinchado y enfermo? Pues es muy sencillo: la insatisfacción, la infelicidad, potenciadas por una infancia llena de traumas. Sé de lo que hablo. Pasé catorce años en el mundillo, y conocí la vida de muchos culturistas. No son lo que aparentan. Debajo de esa enorme coraza hay almas quebradas. Intentan encerrar a ese niño que todavía llora en su interior bajo capas y capas de músculo. Yo mismo, sin llegar a estos extremos, fui uno de ellos.

A lo largo de las páginas intercalo la historia de mi propio éxito como Entrenador Nacional de Musculación. Tras más de una década de duros entrenos, alcancé los 104 kg de masa muscular. Lo que ocurrió justo en el cénit de mi carrera fue una completa sorpresa. Simplemente me di cuenta de que no era feliz. Esa percepción fue tan radical que me hundí en un proceso de muerte interior muy cruel, que me expulsó de forma irreversible no sólo del culturismo, sino de todos de los refugios culturales convencionales.

Desde esa distancia pude captar las mentiras fisiológicas y psicológicas en las que los practicantes “serios y dedicados” están instalados. De hecho, esa contra-información sólo puede percibirse cuando uno ha salido completamente del sistema, y eso es lo que plasmo en el libro.

El ego emplea toda clase de recursos para escapar del sufrimiento, y uno de esos recursos es construir un cuerpo enorme. Una brillante y aparente coraza que oculta un interior dañado. Ojalá esta obra sirva para tomar conciencia de que nuestras posibilidades como seres humanos son mucho más inmensas que cualquier clase de armadura”


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